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Un día Perrito notó que una oscura tristeza inundaba la casa. Su mamá humana estaba enferma y las risas y las canciones que antes recorrían las habitaciones desaparecieron para ser sustituidas por silencios y llantos de desesperación. Perrito estaba desconcertado, no sabía que estaba pasando pero por la sensibilidad especial que tienen los perros sabía que algo muy malo estaba a punto de suceder.
El destino no aguardaba buenos momentos para Perrito ya que su mamá humana, tras luchar con todas sus fuerzas por su vida acabó perdiendo esa batalla y falleció. La enterraron en el cementerio que había más allá del barrio en una ceremonia que fue acompañada por todos los vecinos y amigos. Ella había sido una persona muy querida porque tenía un gran corazón. La tristeza se instauró en aquella familia que tan feliz había sido hasta pocos meses atrás. Ahora Perrito tenía mucho trabajo que hacer, corría de un lado para otro intentando consolar a su papá y hermano humanos para que la pena no los devorara por dentro.
Pasados unos meses, un día su papá apareció por la casa con una mujer, Perrito se acercó a saludarla pero ella lo miró con desprecio. No le gustaban los perros porque no tenía un buen corazón, solo pensaba en ella misma. Aquella mujer poco a poco fue convenciendo a su papá de que Perrito debía dormir fuera en la calle aunque hiciese mucho frio, así que no le quedó más remedio que acostumbrarse a aquella caseta y acurrucarse dentro como una pelota, colocando el hocico entre sus piernas.
Perrito sabía que su hermano humano lo estaba pasando muy mal pero casi nunca podía consolarlo porque a él lo tenían fuera en el jardín. Notaba su tristeza porque echaba de menos a su madre y se estaba convirtiendo en un niño triste, silencioso, que estaba casi siempre encerrado en su cuarto. Algunas noches Perrito lo escuchaba llorar desde el jardín gracias al gran oído que tenía y cuando sucedía esto una pena inmensa lo desgarraba por dentro.
Ya no lo llevaban al parque y casi nunca lo sacaban por lo que Perrito comenzó a hacer sus necesidades en el jardín. A aquella mujer esto le enfadaba mucho y comenzó a planear una estrategia para conseguir llevar a Perrito a una perrera municipal. Al fin lo consiguió.
La vida de Perrito en la perrera fue horrible, pasaba hambre, frio, sed y a veces lo golpeaban, pero lo peor para él era no estar con su familia, los quería tanto, los amaba y no podía entender lo que estaba pasando, se preguntaba que había hecho él de malo para vivir encerrado.
Un día, aprovechando un descuido del vigilante de la perrera consiguió escaparse y gracias a su increíble olfato y su gran sentido de la orientación encontró el camino a casa. Por fin volvería a ver a su hermano humano como tantas veces había soñado encerrado en aquella sucia jaula. Lo echaba tanto de menos que aunque estaba terriblemente agotado no podía parar de caminar para llegar cuanto antes.
Continua leyendo. Parte 3/3
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